Cuesta creer cómo, siempre, después de caminar un rato
vuelvo a tropezar en el mismo lugar.
Cuando consigo levantarme y empezar a caminar otra vez,
me prometo no volver a pasar por ahí.
¡Cobarde! me grita la sombra de lo que un día fui.
El olor de tu ausencia es lo que hoy me levanta,
cuando ayer me dejaba por los suelos.
El frío que me roza cuando tu presencia deja patente tus intenciones
es el mismo que me conduce al calor del amor propio.
¿Cuándo deje de cuidarme?
¿En que momento deje que el mundo me pisase?
¿Cuando empezó a importarme el que dirán?
No soy la única que finge ser normal.
Cuando me canse de caminar en fila, al compás de los demás,
no me mires mal, entiende que preferí ser lobo solitario.
viernes, 22 de febrero de 2008
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